Ana Vega
Es difícil encontrar en el mercado editorial apuestas arriesgadas, no sólo en cuanto a temática, autor, selección de textos o incluso género o presentación de la obra en cuestión, obras como ésta que se atreven a indagar en los abismos de la carne y el sexo, en esas zonas oscuras que el ser humano esconde con pudor y a veces con violencia. Apuesta doblemente arriesgada tanto en la temática elegida como en su formato: relatos breves e ilustración. Sorprende por tanto descubrir un pequeño libro como éste, del todo diferente, políticamente incorrecto, salvaje en ocasiones, donde no existe pudor alguno en la manera de contar y en la historia que se cuenta. “Setenta escritores e ilustradores de diverso sexo, edad y condición – entre ellos Angel Olgoso, Raulo Caceres, Andres Neuman, Pablo Gallo, Oscar Esquivias, Raul Brasca- han imaginado, fingido o dado alas a un variopinto catálogo de perversiones”. Autores conocidos como Vicente Muñoz Álvarez, David González, José Angel Barrueco o Andrés Neuman. Si bien el relato breve sigue sin alcanzar la gloria y ventas de otros géneros como la novela o incluso el ensayo o la poesía es justo reivindicar la dificultad que entraña enfrentarse a la escritura de esta criatura tan extremadamente compleja y frágil de la literatura: el relato. Unidos por tanto erotismo, sexo, palabra e imagen con cierta contundencia a veces, de manera sugerente otras. Ilustraciones que nos empujan a adentrarnos en ese universo creado por cada uno de los escritores que forman parte de esta peculiar odisea.
La colección Vagamundos demuestra de nuevo su gusto por los libros, por el cuidado de la edición. Podría hablarse de una pequeña obra de arte de bolsillo por así decirlo, algo cercano (que roza la estética del cómic en algunas ilustraciones, otras de una sutileza de rasgos breves, finos, tan sólo sugerencia, evocación). Al final del libro encontramos un glosario de parafilias a modo de índice de alguno de los elementos que nos han sorprendido, impactado e incluso escandalizado anteriormente: agorafilia, amomaxia, anisonogamia… Algunas que bien podrían haber sido inventadas por mentes extraordinarias como la de Cortázar en cuyos cuentos no nos extrañaría encontrar algún enfermo de grafotanatomanía (“placer derivado de la firma compulsiva de sentencias de muerte”) o anortografía (“excitación al ver faltas de ortografía”).
Relatos extremadamente sexuales, explícitos, hirientes pero también dulces, plagados de sensualidad, musicales como el de Ana Ayuso Verde, que nos ofrecen una nueva visión de la realidad cotidiana como el de Francisco Naranjo, extremadamente realistas, sinceros, con una naturalidad que nos alcanza por la veracidad que logra transmitir como el de David González, de una belleza suave como un susurro, un relato a modo de lienzo en el caso de Nacho Cagiga o con voz lúcida y brillante con la personal ironía de Andres Neuman.
Perversiones es un libro directo, agudo, árido, de lectura no apta para ciertas sensibilidades, no hay máscara posible aquí ni escondite alguno, la crudeza de la carne se ofrece tal cual. Los hombres y mujeres que pueblan estos relatos ya no temen nada ni a nadie, algo difícil aún para nosotros, espectadores atentos pero incapaces de asumir algunas de las aberraciones que van unidas a la condición humana. Andrés Portillo inicia la partida con un su relato Feroz: “Fue una noche de gargantas profundas, de lenguas golosas y dentelladas. Desde entonces, si Caperucita tiene hambre, se adentra en el bosque ansiosa de lobo”. Esta es sin duda, la versión definitiva del cuento.
Publicado en el diario La Nueva España el 23 de diciembre de 2010
Publicado en el diario La Nueva España el 23 de diciembre de 2010
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